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7 octubre
Nuestra Señora del Rosario
Jonás 3,1-10: “Cuando vio Dios cómo se convertían de su mala vida, no les mandó el
castigo”
Salmo 129: “Perdónanos, Señor, y viviremos”
San Lucas 10,38-42: “María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”
Ya ayer meditábamos y contemplábamos las enseñanzas que encierra el libro de Jonás.
Hoy continuamos con este muy pequeño pero interesante librito. Nos encontramos ya en
el capítulo tercero y vuelve a aparecer el llamado y la misión dada por Dios a Jonás.
Parecería que el amor de Dios es más insistente que la rebeldía y la oposición del
hombre. Contra su voluntad, va Jonás a predicar un castigo en el que él mismo no cree,
pero se le ha pedido que anuncie. El profeta habla en nombre del Señor y a veces en
contra de sus propios deseos. Es frecuente que encontremos estas situaciones en los
profetas: tienen que dar un mensaje que muchas veces no les gusta y que de sus ganas
no lo harían. Sin embargo, ahí está el mensaje y para su sorpresa el pueblo de Nínive se
convierte y cambia de actitud. Todos, desde hombres hasta animales, se ponen o son
puestos en ayuno. Manifiestan su arrepentimiento y buscan dejar de cometer injusticias.
Y Dios, al mirar cómo se convierten de su mala vida, cambia de parecer y no les manda
el castigo que había determinado imponerles. Esto provoca un fuerte enojo y disgusto
de Jonás, siente que ha sido burlado y que no se le volverá a creer. Pone por encima de
la voluntad y el reconocimiento de Dios, su propia voluntad y su propio reconocimiento.
Quizás hoy nos falte insistir en la conversión. Tanto fieles como pastores nos hemos
concretado a anunciar preceptos, pero no a insistir que la Buena Nueva siempre inicia
con un camino de conversión. Y, atención, es propuesta de conversión, no es condena
anticipada. A mí siempre me sorprende que el amor y el perdón de Dios es más grande y
accesible que el perdón de los hombres. Él siempre esta en búsqueda de cada uno de
nosotros y espera nos convirtamos, que dejemos cada uno nuestra mala vida y no
volvamos a cometer injusticias. También tenemos que estar atentos a no condenar a los
demás y a alegrarnos con su arrepentimiento. Mirar a cada persona como la miraría
Dios, Padre amoroso, que sale en búsqueda de sus hijos. Hoy es tiempo de conversión,
de arrepentimiento y de acogida del pecador. El Señor nos busca y nos espera en este
día.
By DeDosEnDos Comunidad Digital De Evangelizacion7 octubre
Nuestra Señora del Rosario
Jonás 3,1-10: “Cuando vio Dios cómo se convertían de su mala vida, no les mandó el
castigo”
Salmo 129: “Perdónanos, Señor, y viviremos”
San Lucas 10,38-42: “María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”
Ya ayer meditábamos y contemplábamos las enseñanzas que encierra el libro de Jonás.
Hoy continuamos con este muy pequeño pero interesante librito. Nos encontramos ya en
el capítulo tercero y vuelve a aparecer el llamado y la misión dada por Dios a Jonás.
Parecería que el amor de Dios es más insistente que la rebeldía y la oposición del
hombre. Contra su voluntad, va Jonás a predicar un castigo en el que él mismo no cree,
pero se le ha pedido que anuncie. El profeta habla en nombre del Señor y a veces en
contra de sus propios deseos. Es frecuente que encontremos estas situaciones en los
profetas: tienen que dar un mensaje que muchas veces no les gusta y que de sus ganas
no lo harían. Sin embargo, ahí está el mensaje y para su sorpresa el pueblo de Nínive se
convierte y cambia de actitud. Todos, desde hombres hasta animales, se ponen o son
puestos en ayuno. Manifiestan su arrepentimiento y buscan dejar de cometer injusticias.
Y Dios, al mirar cómo se convierten de su mala vida, cambia de parecer y no les manda
el castigo que había determinado imponerles. Esto provoca un fuerte enojo y disgusto
de Jonás, siente que ha sido burlado y que no se le volverá a creer. Pone por encima de
la voluntad y el reconocimiento de Dios, su propia voluntad y su propio reconocimiento.
Quizás hoy nos falte insistir en la conversión. Tanto fieles como pastores nos hemos
concretado a anunciar preceptos, pero no a insistir que la Buena Nueva siempre inicia
con un camino de conversión. Y, atención, es propuesta de conversión, no es condena
anticipada. A mí siempre me sorprende que el amor y el perdón de Dios es más grande y
accesible que el perdón de los hombres. Él siempre esta en búsqueda de cada uno de
nosotros y espera nos convirtamos, que dejemos cada uno nuestra mala vida y no
volvamos a cometer injusticias. También tenemos que estar atentos a no condenar a los
demás y a alegrarnos con su arrepentimiento. Mirar a cada persona como la miraría
Dios, Padre amoroso, que sale en búsqueda de sus hijos. Hoy es tiempo de conversión,
de arrepentimiento y de acogida del pecador. El Señor nos busca y nos espera en este
día.