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octubre
Jonás 4,1-11: “Sé que eres un Dios compasivo y clemente”
Salmo 85: “Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad.”
San Lucas 11,1-4: “Señor, enséñanos a orar”
La súplica que le hacen los discípulos a Jesús es una súplica y petición que surge con
frecuencia entre nosotros. Sentimos la necesidad de orar, pero quisiéramos tener como
una especie de oración mágica que lograra cumplir todos nuestros objetivos.
Seguramente la petición de los discípulos nace al mismo tiempo de una necesidad, e
indudablemente también está motivada por descubrir que Jesús con frecuencia pasaba
largos ratos en oración. Lo que Jesús propone no es una oración ritual que obtenga lo
que deseamos, sino es todo un programa de vida y una actitud del discípulo. También
hoy nosotros debemos decir a Jesús que nos enseñe a orar tal como Él oraba. Y la
primera experiencia que nos comunica es ponerse en manos de Dios como Padre.
Saberse amado por Él y estar dispuesto a vivir conforme a su voluntad. Oración es
ponerse en manos de quien sabemos que nos ama. Oración es poner toda nuestra vida y
actividad a su servicio. Oración es comprometerse en serio a buscar su Reino. Hay
personas que dicen muchas fórmulas y que saben muchos “rezos”, pero que no están
dispuestos a vivir conforme a las palabras que pronuncian, sino más bien las dicen como
en una especie de fórmula mágica esperando conseguir lo que se proponen. Hay otras
personas que casi no saben fórmulas pero que toda la vida la viven en contemplación y
en estado de alerta para descubrir la voluntad de Dios. El Padre Nuestro es una oración
muy bella porque da el verdadero sentido al discípulo de Jesús. Cada uno de nosotros
debemos hacerla vida y también hacer de nuestra vida un Padre Nuestro. Jesús en toda
su actividad, en todos sus proyectos, ponía como primera razón la voluntad de su Padre.
Si comparamos su vida con esta oración que hoy nos enseña, encontraremos una clara
equivalencia entre lo que propone cada una de las sentencias y lo que realiza Jesús: una
total disposición para cumplir la voluntad de su Padre, vivir cada momento para que sea
santificado su nombre, total pobreza y desapego que lo llevan a tener solamente el pan
de cada día, el perdón a los enemigos como la señal del cristiano. ¿Nosotros vivimos el
Padre Nuestro o sólo lo recitamos? ¿O tal vez ya ni siquiera lo rezamos porque tenemos
tantas ocupaciones que el Señor Dios ha pasado a segundo plano?
By DeDosEnDos Comunidad Digital De Evangelizacionoctubre
Jonás 4,1-11: “Sé que eres un Dios compasivo y clemente”
Salmo 85: “Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad.”
San Lucas 11,1-4: “Señor, enséñanos a orar”
La súplica que le hacen los discípulos a Jesús es una súplica y petición que surge con
frecuencia entre nosotros. Sentimos la necesidad de orar, pero quisiéramos tener como
una especie de oración mágica que lograra cumplir todos nuestros objetivos.
Seguramente la petición de los discípulos nace al mismo tiempo de una necesidad, e
indudablemente también está motivada por descubrir que Jesús con frecuencia pasaba
largos ratos en oración. Lo que Jesús propone no es una oración ritual que obtenga lo
que deseamos, sino es todo un programa de vida y una actitud del discípulo. También
hoy nosotros debemos decir a Jesús que nos enseñe a orar tal como Él oraba. Y la
primera experiencia que nos comunica es ponerse en manos de Dios como Padre.
Saberse amado por Él y estar dispuesto a vivir conforme a su voluntad. Oración es
ponerse en manos de quien sabemos que nos ama. Oración es poner toda nuestra vida y
actividad a su servicio. Oración es comprometerse en serio a buscar su Reino. Hay
personas que dicen muchas fórmulas y que saben muchos “rezos”, pero que no están
dispuestos a vivir conforme a las palabras que pronuncian, sino más bien las dicen como
en una especie de fórmula mágica esperando conseguir lo que se proponen. Hay otras
personas que casi no saben fórmulas pero que toda la vida la viven en contemplación y
en estado de alerta para descubrir la voluntad de Dios. El Padre Nuestro es una oración
muy bella porque da el verdadero sentido al discípulo de Jesús. Cada uno de nosotros
debemos hacerla vida y también hacer de nuestra vida un Padre Nuestro. Jesús en toda
su actividad, en todos sus proyectos, ponía como primera razón la voluntad de su Padre.
Si comparamos su vida con esta oración que hoy nos enseña, encontraremos una clara
equivalencia entre lo que propone cada una de las sentencias y lo que realiza Jesús: una
total disposición para cumplir la voluntad de su Padre, vivir cada momento para que sea
santificado su nombre, total pobreza y desapego que lo llevan a tener solamente el pan
de cada día, el perdón a los enemigos como la señal del cristiano. ¿Nosotros vivimos el
Padre Nuestro o sólo lo recitamos? ¿O tal vez ya ni siquiera lo rezamos porque tenemos
tantas ocupaciones que el Señor Dios ha pasado a segundo plano?