Muchas veces esperamos que Dios se mueva según nuestras ideas y no según su voluntad.
Naamán esperaba un milagro impresionante, pero Dios le pidió algo simple y humillante.
Al principio se ofendió, porque no era como él lo había imaginado.
Así funcionan muchas falsas expectativas con Dios.
Él sana, restaura y obra, pero de maneras que no entendemos al inicio.
El milagro de Naamán llegó cuando soltó su orgullo y obedeció.
Dios sigue haciendo milagros, pero rara vez como los esperamos, siempre como lo necesitamos.