Se nos va de ojo que el placer no se circunscribe a su faceta sexual, que es el efecto de la presión de las redes sociales y de la publicidad que nos lo muestran sexualizado, edulcorado e irreal.

Placer que se mercantiliza y banaliza bajo el manto del hedonismo, que convierte al otro en objeto suministrador de goce y disfrute.

Hedonismo muy alejado del Epicureísmo en el que se apoya, acuñado por el filósofo Epicuro, en el siglo IV antes de Cristo, cuyo principio de vida es la búsqueda del bienestar del cuerpo y la mente que interpreta el placer como la ausencia de dolor; y no como la búsqueda exacerbada del placer de los sentidos, que es como nos lo ofrecen ahora asociando de manera perversa placer con felicidad. Felicidad que es la grata sensación espiritual y física, que experimentamos de mil maneras como; por ejemplo, la observación de oleaje, ante una comida rica o ante el fulgor de unos ojos que te trasladan a otra dimensión. ¡Que no se te vaya de ojo!