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Palabra de Dios: “Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: «Levántate y baja ahora mismo a la casa del alfarero y allí te comunicaré mi mensaje». Entonces bajé a la casa del alfarero y lo encontré trabajando en el torno. Pero la vasija que estaba modelando se deshizo en sus manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que había quedado bien. En ese momento la palabra del Señor vino a mí y me dijo: «Pueblo de Israel, ¿acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro?», afirma el Señor. «Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos del alfarero.” Jeremías 16:1-6 NVI
“A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.” Isaías 64:8 NVI
“¡Ay del que contiende con su Hacedor! ¡Ay del que no es más que un tiesto entre los tiestos de la tierra ¿Acaso el barro reclama al alfarero: «¡Fíjate en lo que haces ¡Tu vasija no tiene agarraderas!»
¡Ay!, del que reprocha a su padre:«¡Mira lo que has engendrado!». ¡Ay!, del que reclama a su madre: «¡Mira lo que has dado a luz!».
Así dice el Señor, el Santo de Israel, su Hacedor: «¿Van acaso a pedirme cuentas del futuro de mis hijos o a darme órdenes sobre la obra de mis manos?” Isaías 45:9-11 NVI
Perlas: Creo que la mayoría de nosotros ha escuchado en algún momento de su caminar dentro del cristianismo, la parábola del Alfarero. Creo también que todos la entendemos, pero fácilmente se nos olvida, especialmente cuando llegan los tiempos de entrar al horno…¡allí todo quisiéramos salir corriendo si pudiéramos! Pero, gracias a Dios por Su soberanía, gracias que Él es el Alfarero divino, las decisiones las toma Él, solo Él sabe lo que necesitamos, por qué, para qué, por cuánto tiempo, y conoce a la perfección los resultados que Él quiere y necesita, el propósito y la utilidad que tendrá la vasija cuando termine el proceso.
Isaías 49:9-11 es una palabra fuerte que el Señor nos dice a todos los que hemos caído en tiempos de “pelear” con Él. ¿Quién ha ganado alguna vez una pelea con Dios? Nadie. Es tan inútil como si el barro intentara discutir o darle instrucciones u órdenes al alfarero. Podemos hacerle preguntas al Señor, podemos llorar en Su Presencia, podemos pedirle que nos enseñe, que nos revele lo que está pasando, podemos pedirle que comparta con nosotros Sus planes, que nos recuerde Sus promesas…Todo eso está bien, como hijos podemos venir confiadamente a Su regazo para ser abrazados, consolados, escuchados y guiados. Lo que no está bien es perder de vista con Quién estamos hablando, no podemos perder la reverencia, el temor reverente, el respeto profundo a nuestro Dios y Creador.
Muchas veces, incluso sin ánimo de ofender a Dios, poco a poco vamos cayendo en un estilo de oración en la que queremos decirle a Dios lo que debe hacer, como dándole instrucciones o incluso órdenes (con autoridad y todo el cuento). Hace unas pocas semanas estaba orando y pidiéndole a Dios tantas cosas, detalladamente, y diciéndole paso a paso qué hacer…y de repente el Señor me interrumpió y me dijo: “Lily, ¿me dejarías hacer las cosas a mi manera y en mi tiempo? Yo creo que Yo sé lo que tengo que hacer. Déjame hacer lo que solo Yo puedo hacer. Suelta.”
Quedé muda. Y eso es bueno…he descubierto que a veces lo mejor que puedo hacer es estar callada, abrazada a Él y llorar en Su regazo. Él sabe lo que dicen mis lágrimas. Él sabe que aún mi silencio es una forma de adoración porque me es más fácil pedir y hablar que callar. El silencio en Su Presencia sana. Puedo sentir Su abrazo, escuchar Su dulce voz y recibir Su amor, que es todo lo que necesito.
Tú y yo somos el barro en Sus manos. Él es el Alfarero. Él conoce cómo se verá la vasija terminada y conoce cómo la va a usar. No sé qué puedas estar viviendo tú...
Lee completo este devocional descargando nuestra app: https://urlgeni.us/0MujO
Podcast original de canaanusa.org & Liliana García
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Palabra de Dios: “Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: «Levántate y baja ahora mismo a la casa del alfarero y allí te comunicaré mi mensaje». Entonces bajé a la casa del alfarero y lo encontré trabajando en el torno. Pero la vasija que estaba modelando se deshizo en sus manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que había quedado bien. En ese momento la palabra del Señor vino a mí y me dijo: «Pueblo de Israel, ¿acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro?», afirma el Señor. «Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos del alfarero.” Jeremías 16:1-6 NVI
“A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.” Isaías 64:8 NVI
“¡Ay del que contiende con su Hacedor! ¡Ay del que no es más que un tiesto entre los tiestos de la tierra ¿Acaso el barro reclama al alfarero: «¡Fíjate en lo que haces ¡Tu vasija no tiene agarraderas!»
¡Ay!, del que reprocha a su padre:«¡Mira lo que has engendrado!». ¡Ay!, del que reclama a su madre: «¡Mira lo que has dado a luz!».
Así dice el Señor, el Santo de Israel, su Hacedor: «¿Van acaso a pedirme cuentas del futuro de mis hijos o a darme órdenes sobre la obra de mis manos?” Isaías 45:9-11 NVI
Perlas: Creo que la mayoría de nosotros ha escuchado en algún momento de su caminar dentro del cristianismo, la parábola del Alfarero. Creo también que todos la entendemos, pero fácilmente se nos olvida, especialmente cuando llegan los tiempos de entrar al horno…¡allí todo quisiéramos salir corriendo si pudiéramos! Pero, gracias a Dios por Su soberanía, gracias que Él es el Alfarero divino, las decisiones las toma Él, solo Él sabe lo que necesitamos, por qué, para qué, por cuánto tiempo, y conoce a la perfección los resultados que Él quiere y necesita, el propósito y la utilidad que tendrá la vasija cuando termine el proceso.
Isaías 49:9-11 es una palabra fuerte que el Señor nos dice a todos los que hemos caído en tiempos de “pelear” con Él. ¿Quién ha ganado alguna vez una pelea con Dios? Nadie. Es tan inútil como si el barro intentara discutir o darle instrucciones u órdenes al alfarero. Podemos hacerle preguntas al Señor, podemos llorar en Su Presencia, podemos pedirle que nos enseñe, que nos revele lo que está pasando, podemos pedirle que comparta con nosotros Sus planes, que nos recuerde Sus promesas…Todo eso está bien, como hijos podemos venir confiadamente a Su regazo para ser abrazados, consolados, escuchados y guiados. Lo que no está bien es perder de vista con Quién estamos hablando, no podemos perder la reverencia, el temor reverente, el respeto profundo a nuestro Dios y Creador.
Muchas veces, incluso sin ánimo de ofender a Dios, poco a poco vamos cayendo en un estilo de oración en la que queremos decirle a Dios lo que debe hacer, como dándole instrucciones o incluso órdenes (con autoridad y todo el cuento). Hace unas pocas semanas estaba orando y pidiéndole a Dios tantas cosas, detalladamente, y diciéndole paso a paso qué hacer…y de repente el Señor me interrumpió y me dijo: “Lily, ¿me dejarías hacer las cosas a mi manera y en mi tiempo? Yo creo que Yo sé lo que tengo que hacer. Déjame hacer lo que solo Yo puedo hacer. Suelta.”
Quedé muda. Y eso es bueno…he descubierto que a veces lo mejor que puedo hacer es estar callada, abrazada a Él y llorar en Su regazo. Él sabe lo que dicen mis lágrimas. Él sabe que aún mi silencio es una forma de adoración porque me es más fácil pedir y hablar que callar. El silencio en Su Presencia sana. Puedo sentir Su abrazo, escuchar Su dulce voz y recibir Su amor, que es todo lo que necesito.
Tú y yo somos el barro en Sus manos. Él es el Alfarero. Él conoce cómo se verá la vasija terminada y conoce cómo la va a usar. No sé qué puedas estar viviendo tú...
Lee completo este devocional descargando nuestra app: https://urlgeni.us/0MujO
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