Palabra de Dios: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:15-16
Perlas: Una de las cosas que más Dios quiere hacer en cada uno de nosotros es limpiar y sanar la imagen que tenemos de Él. En el sistema religioso se nos presenta una imagen de un dios castigador, inmisericorde, impaciente…un dios que al que hay que solo se puede complacer con perfección, con sacrificios y penitencias; un dios al que nadie realmente se quiere acercar, por eso mucho huyen de Dios sirviéndole a Dios dentro de la iglesia. Algo así como lo que escuchamos desde niños “el que peca y reza, empata”. Esto explica por qué cuando pecamos, el último lugar donde queremos ir es ir a estar a solas con Dios, lo último que queremos hacer es abrir la Biblia, mucho menos orar, ni qué decir de escuchar Su voz. La religiosidad nos llevó a muchos de nosotros a tener una imagen distorsionada de Dios.
Pero, cuando el Señor de una u otra manera nos arranca del sistema religioso y comenzamos a conocerlo a Él, libres de la manipulación, de la corrupción del sistema, libres del temor al hombre…allí comenzamos a conocer el corazón del Padre, el corazón del Hijo, y el corazón de Su Santo Espíritu. Aprendemos a leer Su Palabra con hambre de conocerlo más cada día. Él nos enseña a callar en Su Presencia y escuchar Su voz…comenzamos a ver ese Padre que nos abraza, nos perdona y nos consuela; comenzamos a conocer a Jesús que dejó Su trono para nacer en un pesebre, caminar por esta tierra siendo 100% Dios y 100% hombre, siendo tentado en todo (pero jamás pecó) y morir en una cruz por ti y por mí, recibió sobre sí el castigo por nuestros muchos pecados, derramó toda Su sangre por amor a ti y a mí, con tal que alcanzarnos algún día, salvarnos, y sanarnos. Y comenzamos a conocer también al Espíritu Santo que vino a habitar dentro de nosotros para recodarnos todo lo que Jesús vino a enseñarnos en esta tierra, para guiarnos a la Verdad, para hacer la obra de transformación y santificación en nosotros hasta completarla. Este es el verdadero Dios, al que podemos venir cada vez que queramos o necesitemos. Él siempre está esperándonos. Siempre.
Por eso dice la Palabra que nos acerquemos CONFIADAMENTE. Porque Él no es como algunas autoridades religiosas, ni como algunos padres, que juzgan y demandan de sus seguidores, o de sus hijos, estándares que ni siquiera ellos mismos pueden cumplir. Por eso dice que no tenemos un sumo sacerdote que NO PUEDA compadecerse de nuestras debilidades, todo lo contrario, nuestro sumo sacerdote, Jesús, puede compadecerse 100% con nuestras debilidades porque Él las vivió, fue tentado en todo como nosotros, pero nunca pecó.
Entremos CONFIADAMENTE al trono de la gracia. El trono de la gracia…imagínate un trono. El gran Rey de reyes sentado en Su trono alto y sublime, gobernando y reinando sobre todo y todos…pero tiene tiempo para ti y para mí. Él tiene tiempo para nosotros, Sus pequeños. Y dice que entremos tranquilos, confiados, como un niño pequeño puede entrar a la habitación de sus padres que lo aman y lo cuidan incondicionalmente, cada vez que él los necesite o simplemente quiera estar con ellos. Así tal cual podemos presentarnos ante el trono de la gracia. Es un trono de gracia, no de juicio. Otra definición de gracia es: ausencia de juicio. Dios no nos juzga, ya Él hizo todo y lo entregó todo para proveer el perdón y la salvación nuestra. Todo el juicio y la condenación que nosotros merecíamos cayó sobre Jesús, por causa de la cruz, por causa de la obra perfecta y culminada de Jesús en aquella cruz, nosotros fuimos justificados...
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Podcast original de canaanusa.org & Liliana García