Antes de que iconos del mainstream mundial como The

Weeknd asimilasen el sonido del pop comercial de los años ’80 y lo actualicen

desde una mirada contemporánea, en Chile hubo hace en torno a una década una factoría

bestial de proyectos que convirtieron el synth-pop más anguloso y melódico casi

en una especie de folclor adaptado.

Nombres como Javiera Mena, Gepe, Astro o Alex Anwandter

se convirtieron en un fenómeno pop en castellano que, la mayoría de ellos desde

entornos alternativos, ayudaron a incorporar aquella tendencia de más de dos

décadas atrás en algo contemporáneo. El género fue evolucionando hasta tal punto

que el gran futuro del pop de radiofórmula latinoamericana debería intentar

dar un respiro a las bases de reggaetón y encontrar en artistas como Francisco

Victoria un presente especialmente excitante.

Y lo es porque en el imaginario del joven artista chileno

caben des Kylie Minogue a Charly García, de Robyn a Supertramp. Así lo confiesa

habitualmente, y no hay más que escuchar el breve e intenso confesionario

abierto que canta en “Herida”, una especie de carta autobiográfica en las

que habla del dolor y la decepción que le generó el desamor, pero en la que

también hay una suerte de apología empoderadora del hacerse fuerte desde la

vulnerabilidad que le da su propia fragilidad.

Francisco Victoria, pero son gemas pop absolutamente infalibles. Con

momentos de producción que pueden recordar a Eurythmics (“Perder la vida”), al funk-pop

de los últimos Daft Punk (“Mi corazón me dice la verdad”), al sonido más

clásico de los Pet Shops Boys (“Tírame al fondo del mar”), al elegante groove

de The Weeknd (“Te lo pido por favor”) o al pop melódico y telenovelero de los

argentinos Miranda! (“Maletas del viaje”), escuchando el flamante segundo

álbum de Francisco Victoria está claro: tenemos a un nuevo divo incombustible

del nuevo pop ultramelódico latinoamericano.

Alan Queipo.