I
Introducción…
Podría comenzar explicitando el por qué de esta serie tetraédrica de confidencias en torno a cuatro conceptos nucleares de mis obras precedentes. Fatum libellorum de un espasmo demiúrgico, temerario, infantil y suicida en su propia demiurgia intempestiva de aprendiz de mago y su resolución sensitivamente inherente -sin obviar la repulsa, carencia y censura de sus manifestaciones-; exceptuando «La Magia de la Tragedia» y algún que otro libelo, epigrama, addendum u o poemario involuntario de dicha labor descarnadamente erótica, metafísica y abrasadora…
Lo que aquí se asume bajo la nomotipificación algorítmica y fundacional de nuestra κᾰθέδρᾱσ para culos sin subsellium, es un μονολόγος [monologo] inextenso desde mi propia palabra viva en su esticomitia logográfica -esticomitia en un sentido profundamente griego- en su sentido genuino, primigenio e itinerante del Actor aquí presente ante ustedes.
Proximidad distante y proxémica -pudenda origo- frente a la zona liminal y lindante del Corifeo y su communitas del espectador en su objetiva objetivación de su propia palabra viva determinada como espectáculo… [Speculum]…
Un buen símil de lo dicho podría resumirse en Euclides y su ordine geométrico del despojo, en la signatura inextensa de su principio factico -en su agón frente a Zenón de Elea-; en el vacio más hondo del Yo filosofante y su pretexto de cosa escrita sobre cosas escritas: Supuesto barrado de su excusare en su distante proximidad del elemento inmóvil -factual y terrible- de la Dialéctica y su sed devoradora…
Precisamente, volviendo al Quadrivium magister en su parábola parabólica; cuando Euclides en el libro primero de sus Elementos nos obliga a someternos a su epojé fenomenológicamente trascendental del Ser racional, del Sujeto vacio que nos condiciona a su felicific calculus de un «punto que no tiene partes».
Sometamos por un momento dicho calculo euclidiano como f(x) = x; donde nos vemos obligados a aceptar su functor colindante como (Xi, fij) en punctum de fuga resultantemente irreductible…
Pero se preguntaran porque nominar Cathedra y κᾰθέδρᾱσ [Kathedras] -de por si el significado en griego antiguo es mucho más directo que el latino/medieval- no obstante lo cual, podría sintetizarse la esencia de este concepto en su metonimia soteriológica.
Simplifiquemos: esta Cátedra es para posaderas sin asiento; para establecer nuestra distancia, la cual no quiere denegar el carácter de los presentes…
Me remito a la figura de la interacción comunicacional en su carácter innaturadamente humano, en su «no naturaleza humana». Son libres de confundir mi modesta soberbia por animadversión o pedantería de claustro -aún cuando la única licencia disciplinar en mi haber sea mi tecnicatura secundaria- pero no creo en la mancomunación científico-interdisciplinar. Realmente no existe una emisión u o interdicción de ustedes que resulte significativa para mí; este pequeño exordio es en cierto modo mi única forma de preservar su propio dispositivo de comunicación habilitado.
La palabra Seminario, les cabe mejor, verdad?...
Quisiera contarles rápidamente donde se origina la violencia del pupilaje, del alumnado, o de lo que ustedes mismos asuman como individuos estudiantiles…
En las postrimerías del siglo XVIII, en la Universidad de Gotinga; ubicada en la baja Sajonia federada alemana y la cual es el nombre fijo del Medioevo: desde el sufrimiento y experiencia en carne viva del fin del Absolutismo-teocrático bajo la Guerra de los treinta años…
Hablamos de los comienzos de la modernidad; hablamos de alumnos que deciden organizar una revuelta frente al carácter estrictamente hereditario del cursus studiorum escolasta; ultimátum del crepúsculo pedagógico ortodoxo y retor de la baja edad media.
Probablemente dicho alumnado haya sido influenciado por uno de los nombres de la historia de la autoconsciencia humana: Georg Cristoph Lichtenberg; del cual podrían leer sus aforismos...