No se trata de aceptar que “cualquier tiempo pasado fue
mejor”; sino de entender que hay cosas de antes de ayer que nos ayudan a resolver
conflictos presentes y alumbrar un mejor mañana.
Así lo ha entendido también Gal Costa, una de las
indiscutibles e incombustibles damas de la canción brasileña, que con la excusa
de su cumpleaños número 75 decidió revisar parte de su cancionero más ilustres,
especialmente el comprendido en el último lustro de la década de los ’60, para firmar
un álbum de duetos que se ha convertido, sorpresivamente -incluso para ella- en
otra cosa.
“Nenhuma Dor” es un álbum de celebración de su carrera y un
álbum de duetos junto a ilustres artistas de mayoría brasileña de las últimas
generaciones, como Rodrigo Amarante, Silva, Seu Jorge, Zeca Veloso o Tim
Bernardes, entre otros, y el uruguayo Jorge Drexler como visita hispana. Pero la
selección de las canciones, gestadas en un Brasil casi utópico, poseedor de un
imaginario de libertad exploradora absolutamente frontal, se ha encontrado
rehaciéndolas y resignificándolas en un momento en el que el Brasil que tiene
enfrente es el de Bolsonaro, el de la confrontación, la pérdida de libertades,
la imprudencia social, los ataúdes de Manaos, la desigualdad.
A todo eso parece cantarle en un repertorio luminoso al
que alude ya desde el título del álbum la necesidad de “seguir firmes en la
carretera hasta estar sin dolor”. Y lo hace con un acabado que
se debate entre la bossa nova y el tropicalismo que mamó décadas atrás y que
posee esa genética en la base de las canciones, pero con arreglos casi de sinfonía
de jazz: a veces más cerca del lounge, otras veces de la levedad, pero siempre desde
la verdad cristalina que ha ido cantando al mundo la inconfundible e infinita
voz de Gal Costa.
Alan Queipo.