Hoy en día se habla mucho de ser nuestro "verdadero yo". Comenzamos una serie sobre la epístola de Santiago. Él nos enseña que el camino hacia lo auténtico no se encuentra en nosotros mismos, sino en una devoción de todo corazón a Jesús.
Los retos de la vida son como un horno de fundición. Cuando pasamos por los desafíos es como el oro que pasa por el fuego y lo que sale al otro lado es puro, más bello, con un sello "auténtico". Al confiar en Dios, nuestra constancia aumenta, y nos convertimos en el tipo de persona que Dios quiere que seamos y que esperamos ser.