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Or
Héctor Rago
“Sé del universo y sus vacíos,
G. Perelman
¿Qué sutiles vínculos enlazaron a una sofisticada conjetura en topología diferencial, a los siete problemas más importantes no resueltos en matemáticas y a un hombre genial que rechaza un millón de dólares?
Grigori Perelman, Grisha para los íntimos, fue educado para moverse impunemente en un mundo cristalino, pleno de abstractos conceptos, teoremas rigurosos que se imponen por la lógica de los axiomas, y conjeturas que claman por ser demostradas.
Perelman nació en 1966 en Leningrado, hoy San Petesburgo, en Rusia y desde muy niño mostró singulares aptitudes para la las matemáticas. Grisha habría de ser educado para competir y para ser el mejor. La Unión Soviética tenía centros de excelencia, tal vez los mejores del mundo, y su madre, profesora de matemáticas supo dónde educarlo. Su ascendencia judía y el antisemitismo del régimen soviético dificultaban su ingreso a la Universidad de Leningrado. A los 16 años obtuvo medalla de oro en las Olimpiadas matemáticas en Budapest, y un diploma por un record impecable. El ingreso a la universidad estaba asegurado.
Corrían tiempos tempestuosos. La Unión Soviética se derrumbaba, la turbulencia política de un régimen que llegaba a su fin no propiciaba el mejor ambiente para la investigación. Perelman aceptó una invitación a los Estados Unidos que habría de cambiarle la vida. Dio seminarios, publicó resultados importantes en geometría diferencial y topología, hizo vida académica y conoció a colegas que lo llevaron a la conjetura de Poincaré.
Una conjetura es un resultado que se presume válido pero que no se ha podido demostrar su veracidad. Ni su falsedad. Poincaré, el gran matemático francés había conjeturado en 1904 ciertos resultados de la extensión de una superficie esférica a tres dimensiones.
En el 2002 Grisha montó en internet la última parte de la demostración de la conjetura de Poincaré. La demostración es un aporte monumental a las matemáticas y a la física teórica. Tres años después renunció al instituto donde trabajaba en San Petesburgo, y se encierra en el modesto apartamento de su madre.
Héctor Rago
“Sé del universo y sus vacíos,
G. Perelman
¿Qué sutiles vínculos enlazaron a una sofisticada conjetura en topología diferencial, a los siete problemas más importantes no resueltos en matemáticas y a un hombre genial que rechaza un millón de dólares?
Grigori Perelman, Grisha para los íntimos, fue educado para moverse impunemente en un mundo cristalino, pleno de abstractos conceptos, teoremas rigurosos que se imponen por la lógica de los axiomas, y conjeturas que claman por ser demostradas.
Perelman nació en 1966 en Leningrado, hoy San Petesburgo, en Rusia y desde muy niño mostró singulares aptitudes para la las matemáticas. Grisha habría de ser educado para competir y para ser el mejor. La Unión Soviética tenía centros de excelencia, tal vez los mejores del mundo, y su madre, profesora de matemáticas supo dónde educarlo. Su ascendencia judía y el antisemitismo del régimen soviético dificultaban su ingreso a la Universidad de Leningrado. A los 16 años obtuvo medalla de oro en las Olimpiadas matemáticas en Budapest, y un diploma por un record impecable. El ingreso a la universidad estaba asegurado.
Corrían tiempos tempestuosos. La Unión Soviética se derrumbaba, la turbulencia política de un régimen que llegaba a su fin no propiciaba el mejor ambiente para la investigación. Perelman aceptó una invitación a los Estados Unidos que habría de cambiarle la vida. Dio seminarios, publicó resultados importantes en geometría diferencial y topología, hizo vida académica y conoció a colegas que lo llevaron a la conjetura de Poincaré.
Una conjetura es un resultado que se presume válido pero que no se ha podido demostrar su veracidad. Ni su falsedad. Poincaré, el gran matemático francés había conjeturado en 1904 ciertos resultados de la extensión de una superficie esférica a tres dimensiones.
En el 2002 Grisha montó en internet la última parte de la demostración de la conjetura de Poincaré. La demostración es un aporte monumental a las matemáticas y a la física teórica. Tres años después renunció al instituto donde trabajaba en San Petesburgo, y se encierra en el modesto apartamento de su madre.