El Prisma de la Historia

Guerra Germano-soviética 1941-1945


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El 22 de junio de 1941, la historia de Europa dio un giro catastrófico. La Alemania nazi lanzó la Operación Barbarroja, una invasión a gran escala de su hasta aquel entonces aliado, la Unión Soviética. Este no fue un conflicto territorial más; fue una lucha existencial entre los dos movimientos totalitarios más grandes del siglo XX, una guerra de agresión y de exterminio ideológico y racial, cuyas dimensiones y brutalidad no tienen paralelo.
Hasta ese momento, la Segunda Guerra Mundial parecía decantada a favor de Alemania. En 1940, Hitler dominaba el continente, con Francia derrotada y Gran Bretaña aislada en sus islas. La URSS, por su parte, era el aliado más fiable del Reich y su principal proveedor de materias primas, cruciales para el esfuerzo bélico. Ambos países habían firmado un Pacto de No Agresión en 1939, que de hecho les permitió repartirse Europa Oriental, satisfaciendo las ansias imperialistas de Stalin con la anexión de Polonia oriental, los estados Bálticos asi como partes de Rumanía y Finlandia.
Pero la visión de Adolf Hitler no conocía límites. Convencido de que los británicos no se rendirían, y obsesionado con el Lebensraum o "Espacio Vital" en el este, Hitler decidió adelantar sus planes de conquista, arriesgándose a abrir el temido segundo frente. El objetivo, plasmado en la Directiva N.º 21, era derrotar a la Rusia Soviética en una campaña rápida, una guerra que alimentaría a la guerra. Su sueño era extender el imperio alemán desde el Atlántico hasta los Urales y aniquilar a sus némesis: bolcheviques, judíos y eslavos.
La magnitud de la invasión fue colosal: millones de soldados alemanes y de sus aliados del Eje –húngaros, rumanos, italianos, y voluntarios de toda Europa– se desplegaron contra la Unión Soviética, el país más grande del mundo. Los planes nazis, como el macabro "Plan General del Este" ideado por Himmler, contemplaban el traslado forzoso de más de 30 millones de eslavos a Siberia para hacer espacio a colonos "germanos".
Inicialmente, él ejército alemán, la Wehrmacht avanzó imparable, sorprendiendo a un Stalin que se negaba a creer en la traición de su aliado y a un Ejército Rojo diezmado por la purga del Gran Terror. En las primeras semanas, los alemanes penetraron 400 kilómetros, embolsando a cientos de miles de soldados soviéticos. Sin embargo, la vasta geografía, las distancias inmensas, el barro del otoño y el terrible invierno ruso, que congeló a soldados en uniformes de verano, detuvieron el avance en las puertas de Moscú.
La guerra se transformó en una carnicería a una escala nunca antes vista. La voluntad genocida y criminal de los alemanes, y su desprecio por los rusos, selló su destino. Se encontraron con una población deseosa de colaborar, cansada de 20 años de penurias bajo el régimen soviético –colectivizaciones forzosas, hambrunas como el Holodomor o el Gran Terror–, pero la brutalidad nazi forjo la resistencia y la unión del pueblo soviético frente a los Alemanes.
Millones murieron de hambre, congelados o ejecutados en los campos de prisioneros. Asesinatos masivos de judíos y ejecuciones de civiles, bajo el pretexto de la lucha anti partisana, se convirtieron en la norma de la ocupación.
El punto de inflexión llegó en la primavera de 1943, en Stalingrado. Tras un invierno de asedio y lucha urbana desesperada, el 6º Ejército Alemán fue rodeado y aniquilado. De 110.000 prisioneros, solo 5.000 regresaron a Alemania.
La derrota de Stalingrado marcó el fin de la iniciativa alemana en el este. Lo que había sido un sueño de conquista rápida se convirtió en una guerra de desgaste y aniquilación mutua. La guerra germano-soviética costaría la vida a decenas de millones de personas y transformaría a la URSS, bañada en sangre pero victoriosa, en una potencia mundial, reconfigurando para siempre el mapa y el destino de Europa.
Tras el desastre de Stalingrado, Hitler intentó recuperar la iniciativa lanzando la Operación Ciudadela (Zitadelle) en julio de 1943. Esta fue la mayor batalla de blindados de la historia, donde se enfrentaron alrededor de 2.900 tanques alemanes contra aproximadamente 5.000 tanques soviéticos. Pese a las elevadas pérdidas soviéticas (estimadas en unas 600.000 a 860.000 bajas) frente a las alemanas (alrededor de 200.000 bajas), la ofensiva alemana fracasó definitivamente. A partir de Kursk, las fuerzas soviéticas tomaron la iniciativa estratégica, forzando a los alemanes a una retirada constante. Al año siguiente, el 22 de junio de 1944, se inició la Operación Bagration, que aniquiló al Grupo de Ejércitos Centro alemán. Finalmente, en enero de 1945, la poderosa Ofensiva del Vístula-Óder permitió al Ejército Rojo avanzar 300 kilómetros en dos semanas, llegando al río Óder a solo 100 km de Berlín. El asalto final a la capital alemana comenzó el 16 de abril de 1945 y concluyó con la capitulación de Alemania la noche del 8 al 9 de mayo.
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