Lo material es una bendición de Dios y además fruto del esfuerzo y del trabajo nuestro, por ellos hay que agradecer, sin embargo, no demos el corazón a esas cosas sino sólo a Dios, así encontramos paz y felicidad aquí y ahora.

No podemos ser cristianos sólo en el templo, sólo en la intimidad de la oración, cada día es una oportunidad para vivir la experiencia de Dios en nuestra vida, de mostrar a todos que el cristianismo, que Jesucristo está en medio de nosotros y que no podemos escondernos.

La Transfiguración del Señor nos debe llevar a subir al monte y encontrarnos con Él, allí nos dejamos iluminar y esa luz que viene de Él nos ayudará en las situaciones de nuestra vida, en cada situación está Cristo mostrándonos su presencia

"Mujer que grande es tu fe" A pesar de las contrariedades, la mujer del Evangelio no se dio por vencida, siguió insistiendo, siguió creyendo. También nosotros, a pesar de las situaciones algo complicadas de la vida, no podemos dejar de creer, porque el Señor escucha nuestra oración y atiende a nuestra súplica.

Noche, vientos y miedo son sentimientos que llegan a nuestra vida, sentimos que no podemos y que todo está en contra. Ante esto, aparece Jesús, reconociendo nuestra debilidad y sosteniendo nuestra mano. Hoy nos repite: "Ánimo, soy yo, no tengan miedo"

"Dénles ustedes de comer" No solo vale cuando damos lo material sino también aquello que somos. Nuestras acciones nos deben llevar a pensar en aquellos que sufren, que tienen sus dolencias y que buscan consuelo. Hoy Jesús se compadece, es decir, sufre con nosotros pero a la vez quiere aliviar ese dolor y ese sufrimiento.

"Tus pecados te son perdonados" El perdón de Dios llega a todos los corazones, nos sana y nos libera, nos da la libertad, nos levanta de la parálisis. Hoy también se nos hace la invitación a levantarnos, a dejar atrás aquello que nos hace daño y sentir que Jesús nos devuelve la libertad perdida.

Seguramente te has sentido rechazado, excluido por alguna situación, incluso hasta de Dios mismo sitiendo que no eres importante. Pero como el leproso del Evangelio, no tengas miedo de ir a Jesús, él no excluye a nadie y siempre estará dispuesto a recibirte y a sanarte. Confía en él.

¿Te dejas impresionar por lo exterior? Los frutos son aquellos que damos y que brotan del corazón. Es fácil aparentar, mostrar otra cara, hacer creer a los demás que somos tal o cual, pero en el fondo no podemos evadir nuestra autenticidad. Muestra siempre cómo eres y que eso sea lo mejor.

La regla de oro, hacer a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros, se manifiesta en las pequeñas cosas. Una sonrisa, una buena palabra, un voz de ánimo, un abrazo, un saludo, hacen de nuestro mundo un lugar mejor. Trata de ser amable siempre.