Tras la crisis de 1929 y el golpe de estado contra Leguía, la oligarquía mantuvo en el poder a Sánchez Cerro hasta que dejó de ser útil. Los apristas se convirtieron en los más duros opositores a los gobiernos de tufillo fascista que llegaron a Palacio de Gobierno. Fueron los turbulentos, los desordenados años 30, con asesinatos, partidos proscritos, crisis, populismo y novedades electorales.