Vamos a hablar de una mujer, herida, que padece de pérdida de sangre…
Ella vivió una curación un poco particular. Tuvo un encuentro un poco particular con Jesús. Jesús hace algunas preguntas extrañas… y se llega a un punto de curación, y Jesús la deja con una frase importante, iluminante.
Acordémonos que es la historia de una curación, la historia de alguien que vive una historia de transformación. Es un proceso que puede ser análogo a todo lo que es nuestra necesidad de ser sanados.
El primer punto de todo es esto: la necesidad de la curación, la necesidad de la gracia.
¿Esto es un tema accidental o esencial en nuestra vida? ¿Es algo para algunos o es una necesidad de todos?
No tenemos que olvidarnos nunca de una cosa: Jesús no vino para los sanos, sino para lo enfermos.
Cuando nosotros nos ponemos frente a Él como perfectos, como gente que está en orden, que la tiene clara, como alguien que no tiene necesidad… estamos en un doble engaño.
Primero, no estamos en la verdad, porque somos siempre frágiles, somos siempre incompletos, siempre tenemos necesidad de ayuda, siempre tenemos algo en lo que tenemos que crecer… que Dios nos salve de ese delirio de autonomía que tenemos: que a toda costa queremos demostrar de que somos perfectos, de que todo está en orden. El delirio de autosuficiencia, el de tener necesidad de nadie.
La vida no es así, necesitamos de los demás, necesitamos de Dios. Aceptar esto es vivir bien, es vivir una vida auténtica.
La segunda cosa es esta, tenemos necesidad de Dios, necesitamos que él sea nuestro salvador. Jesús se llama redentor, Él vino para liberarnos. Siempre hay algo de lo que tenemos que liberarnos.