Sábado 13 de octubre de 1917, bajo una lluvia torrencial miles de personas acompañaban esta vez a los tres pastores y al llegar a Cova de Iria la gente cerró sus paraguas para rezar el Rosario, en esto la Virgen vuelve a aparecer haciendo varias peticiones; que se siga rezando el Rosario todos los días y que construyan un oratorio a ella a la Virgen del Rosario.
«Y abriendo las manos –añadió Lucia–, las hizo reverberar en el sol, y según se iba elevando, continuaba proyectando en el sol el reflejo de su propia luz. Mi intención no era llamar la atención del pueblo, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Lo hice llevada de un impulso interior que me movió a ello».
La multitud contempló, absorta, el prodigio. El cielo se abrió, cesando la lluvia de inmediato y deshaciéndose las nubes. De repente, el sol empezó a girar sobre sí mismo, como si fuera una rueda de fuego, mientras diseminaba por todas direcciones resplandores amarillos, verdes, rojos o azules. Minutos después, el sol se detuvo para reanudar poco después su increíble danza, como si fuese a desprenderse del firmamento y a precipitarse sobre el gentío. Presos del pánico, algunos cayeron de rodillas para rezar o gritar hasta enronquecer sus gargantas.