María Matamba nacida en la segunda década del siglo XVIII demandó a su antiguo propietario por el incumplimiento en la entrega de bienes acordados. María luchó para que la dejaran firmar con su propio nombre porque este gesto significaba defender su propia historia, raíces, creencias, cultura, el rechazo por la esclavización, el apellido cristiano y cualquier relación con los expropietarios.