Historias para sanar

Nuestra vida es únicamente nuestra y nadie mas puede intervenir para que podamos cambiarla. Somos nosotros quien tenemos todo el poder y el derecho de vivir nuestra propia vida.

Viajamos a sus 13 años de edad, Raúl quería ser piloto de avión pero el padre no coincidía con el y lo fue llevando y, según sus palabras, manipulando, para que estudiara otra cosa.

Roberto, un joven de 35 años que había atravesado muchas terapias psicoanalíticas; repetía  permanentemente un síntoma que no podía revertir: miedos. Pero no cualquier miedo: era como si fuera a ocurrir una catástrofe.

En este episodio contamos la historia de Mica, quien tenía un problema muy importante con su hijo Leo.

Hoy les traigo la historia de Carmen, ella fue una consultante muy especial.

Hoy quiero compartirte la historia de Violeta.

Apareció Violeta en la sesión y le pregunte como fue el proceso de aquella vez.

Hoy te traigo la historia de Sergio. Cuando se comunica con nosotros para solicitarnos una sesión, nos comenta que tiene un pequeño tumor en el pulmón derecho.

Siempre que vamos a atender a una persona tenemos que saber cuales son los síntomas que viene a trabajar el sanante, de esa manera podemos prepararnos y generar el campo de confianza para que el proceso pueda cumplirse completamente.

El pulmón es un órgano que maneja el aire, que nos da la vida. Por lo tanto el pulmón es el aire, el ahogo, la asfixia, la libertad para vivir o el desaliento en la vida. Pero también sabemos que el cerebro maneja muchos simbolismos y el aire tiene que ver con el padre.

Así que de antemano sabíamos que Sergio tenía alguna cuestión con un padre (real o simbólico) y con la imposibilidad de vivir libremente su vida.

Hoy quiero compartirles la historia de Clarisa, quien vino con un síntoma que hoy por hoy es común: el miedo a enfermar, el miedo a la muerte.

Y creo muy interesante, en esta época que estamos viviendo, poder compartirles esta experiencia.

En este episodio exploramos la historia de María Inés, una mujer de 70 años que eligió sanar. A ella la llevo en mi corazón por que no es común ver que personas de esa edad se den esta oportunidad hacia un cambio; normalmente tienen muy aferradas sus huellas emocionales y permitirse ésto a cierta edad parece algo muy grande, pero en realidad no hay edad para darse el permiso de sanar. Un día llegó María Inés con un duelo de hacía 5 años: su marido había fallecido y no se permitía ese tiempo de poder pasar el dolor hacia el recuerdo.

Hoy te cuento la experiencia con Carolina, quién había formado parte de los cursos de formación que dicto. Hacía tres años que no la veía y se la notaba muy angustiada. Ella comprendía que había patrones que repetía de sus padres y abuelos pero esto no era suficiente para sanar. Carolina tenía una historia de abusos desde muy pequeña; que entendía, que comprendía pero eran muy movilizantes. Mas allá que se daba la oportunidad de sanar, perdonar y liberarse, había algo que ella sentía que la frenaba a la hora de acompañar a otros en sus procesos de sanación. Ni siquiera podía definir que era claramente lo que quería decodificar.

Hoy te cuento la historia de Raúl, porque fue impactante para mi.  De esas historias que hacen un antes y un después.