Jesús nos enseña a reconocer la verdadera actitud del prójimo. Aquella que no hace acepción de personas y está llana a servir a quien lo necesite. La vida del cristiano no es sólo un conjunto de normas por cumplir, es ante todo una relación de amor con el más auténtico samaritano, Jesús, aquel que da la vida por nosotros.