Hebreos 12:14-29 RVA2015:
Procuren la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Miren bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brote y cause estorbo, y que por ella muchos sean contaminados; que ninguno sea inmoral ni profano como Esaú que, por una sola comida, vendió su propia primogenitura. Porque ya saben que fue reprobado, a pesar de que después quería heredar la bendición, porque no halló más ocasión de arrepentimiento, aunque lo buscó con lágrimas. Ustedes no se han acercado al monte que se podía tocar, al fuego encendido, a las tinieblas, a la profunda oscuridad, a la tempestad, al sonido de la trompeta y al estruendo de las palabras que los que lo oyeron rogaron que no se les hablara más porque no podían soportar lo que se mandaba: Si un animal toca el monte, será apedreado. Y tan terrible era aquel espectáculo que Moisés dijo: “Estoy aterrado y temblando”. Más bien, se han acercado al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a la reunión de miríadas de ángeles, a la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos ya hechos perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Miren que no rechacen al que habla. Porque si no escaparon aquellos que rechazaron al que advertía en la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos del que advierte desde los cielos. Su voz estremeció la tierra en aquel entonces, y ahora ha prometido diciendo: Todavía una vez más estremeceré no solo la tierra sino también el cielo. La expresión “todavía una vez más” indica con claridad que será removido lo que puede ser sacudido, como las cosas creadas, para que permanezca lo que no puede ser sacudido. Así que, habiendo recibido un reino que no puede ser sacudido, retengamos la gracia y, mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia. Porque nuestro Dios es fuego consumidor.
En el grandioso capítulo de ayer pudimos fortalecer nuestra fe con los ejemplos de aquellos que caminaron firmes en el Señor y vieron de forma extraordinaria la mano de Dios que estuvo con ellos. Después de una tremenda demostración del poder de Dios a favor de aquellos que creyeron y creen, viene la reflexión bíblica para que nosotros consideremos cómo vamos a vivir nuestras vidas espirituales.
Es necesario que consideremos nuestras acciones y cómo ellas repercuten en nuestra relación con Dios. Debemos tener cuidado porque podríamos ser como Esaú, que fue rechazado por estar viviendo una vida inmoral y profana. Un profano es aquel que se burla, pisotea y no valora las cosas sagradas. Esaú menospreció el privilegio de ser primogénito, lo cual le daba autoridad sobre todas las posesiones materiales pero también sobre las bendiciones celestiales que provenían de Abraham, Isaac, y Jacob. Él vendió su derecho por un plato de lentejas y pensó que era un juego, pero Dios miró su profanidad y permitió que Jacob se quedara con ella.
Ahora, imagínate que nosotros somos llamados y escogidos ¡gracias al precio de sangre que Jesús pagó por nosotros siendo torturado, azotado, escupido y crucificado! No juguemos con esta salvación tan grande, pues es la que nos da acceso a un Reino que no será conmovido, Reino que permanecerá firme; pues el cielo y la tierra van a desaparecer pero los que estén dentro del Reino de los cielos van a permanecer.
Valoremos el precio máximo que pagó Jesús por nosotros, y también valoremos a los primeros cristianos que arriesgaron sus vidas para que este mensaje de las buenas nuevas de salvación se predicara a nosotros, a todo el mundo y así tener vidas restauradas, libres de maldad, de violencia y de injusticia. Ahora tenemos el acceso directo a la fuente de gozo, paz, amor y compasión. Seamos dignos representantes del Reino de los cielos aquí en la tierra.