Share Hombre Nuevo Latinoamérica
Share to email
Share to Facebook
Share to X
By Hombre Nuevo Latinoamerica
The podcast currently has 22 episodes available.
Entrevista hecha en Radio Maria Guatemala a Padre Louis de Berny, de la orden de San Martín de Tours y a Antonia de Ferraté, de la Fraternidad de Montligeon Guatemala, en esta entrevista hablamos sobre el tema del Purgatorio.
Estamos al final del ciclo C, finales de noviembre 2022, el domingo 27 de noviembre 2022, iniciamos nuevamente el ciclo litúrgico, el ciclo A. Donde el evangelio que se leerá como principal es el Evangelio de Mateo.
Catequesis 1
«Pregunta a las bestias y te instruirán, a las aves del cielo y te informarán; habla con los reptiles y te enseñarán, te lo contarán los peces del mar. ¿Quién de todos ellos no sabe que la mano del Señor lo hizo todo? Él retiene la vida de los seres, el aliento de todo ser humano».
Job capítulo 12, versículos del 7 al 10
Job y su pobre situación de hombre destrozado, despojado de todas sus pertenencias, de su salud y de casi todas sus relaciones, refleja en muchos aspectos la posición de los afectados por la COVID 19 y sus impactos. Sus tres amigos, a los que se une más tarde Elihú (capítulo 32, versículo 2), no son capaces de darle ni ánimo ni consuelo. Su sentimiento de abandono abarca incluso a Dios.
Al final del relato, será Dios mismo quien le hable en medio de la tormenta (capítulo 38, versículo 1), para abrirle la vista a las cosas que sobrepasan su entendimiento. Junto con Job, se solicita al lector del libro que levante la cabeza y contemple la sabiduría y el poder de Dios en el universo.
Sin embargo, es el propio Job, en una de sus primeras respuestas a sus amigos, quien se refiere a la lección de la naturaleza (capítulo 12, versículo 7). Todavía no tiene la visión que le dio más tarde el propio Dios, pero percibe la enseñanza escrita en la creación.
Ante la situación actual, que en muchos aspectos supera nuestra comprensión, podemos seguir la sugerencia de Job: abrir el libro de la sabiduría inscrito en la naturaleza que nos rodea. Nuestra vida está, en efecto, en manos de Dios (capítulo 12, versículo 10), no somos los dueños de nuestra vida. En nuestra lucha contra muchas dificultades, la voz de la naturaleza nos convence de que podemos caminar adelante confiados porque estamos en las buenas manos de Dios. No acallemos esta voz de las bestias y de las aves, de los reptiles y de los peces (capítulo 12, versículos 7 y 8), sino escuchémosla con respeto.
«Pongo hoy por testigos... al cielo y a la tierra».
Deuteronomio 30, versículos del 15 al 20.
Son palabras del libro del Deuteronomio.
Sí, del Antiguo Testamento. Pero en este pasaje y alguno otro, incluso del mismo libro, me llama poderosamente la atención el empeño de Dios para que tengamos VIDA, vida plena y digna. El Dios que liberó al Pueblo de Israel de la esclavitud y del destierro, el Dios que quiso dejarlos por cabezas duras, siempre les fue acompañando: «siempre estaré con ustedes», les dijo una y mil veces. Es un Dios de vivos, no de muertos.
Hoy podemos colocarnos ante un paisaje inmenso (mejor físicamente; aunque también la imaginación es poderosa), contemplarlo en silencio..., dejar que entre por nuestros sentidos lo que vemos..., escuchamos..., sentimos... Dejarnos llenar. Y sentir al Señor, nuestro Dios.
Y..., y dejarle susurrar a nuestros oídos: ELIGE LA VIDA.
En medio de las dificultades, de la confusión, del miedo y del dolor en este tiempo de pandemia y sus secuelas, que nos hace dudar de la presencia de Dios en nuestras vidas... sentir que Dios ama la vida y quiere empeñarse con nosotros, no sin nosotros, en hacerla plena y digna, nos hace mirar el horizonte con otros ojos.
En Él está nuestra esperanza, porque es un Dios de vivos. Un Dios empeñado en la vida, que aun cuando nos despistamos nos sigue jalando para traernos a Él, y junto a Él, a otros que quieren confiar en él. Insistencia: Elige la vida. Insistencia, como la de Jesús a Marta, la hermana de Lázaro:
«¿No te dije que si crees verás la Gloria de Dios?» (Juan 11, versículo 40).
Y san Ireneo ya nos dijo también que «la gloria de Dios consiste en que el hombre viva».
Contempla la naturaleza en su esplendor, cielo y tierra testigos del Dios de vida. Respírala. Llénate de ella y de Él. Déjate abrazar por Él y siente que está contigo. Siempre.
Y desde ahí iremos dando lo mejor de nosotros para que los otros tengan VIDA. Muchos lo creen y solo hay que abrir los ojos y darse cuenta que podemos llevar VIDA a nuestro alrededor.
Testigos son el cielo y la tierra de que quiero que vivas y seas feliz. Escúchame, hazme caso, va muy en serio, estoy contigo. «Elige la vida, y vivirás»).
«La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor nuestro Dios».
(Salmo 66,7)
Una «herramienta» al alcance de todos para superar tantas crisis y momentos dolorosos es bendecir.
En el lenguaje de Israel, no es una expresión ligada al culto: es una aclamación de saludo, de congratulación y de augurio, que surge espontánea cada vez que en la vida cotidiana se experimenta la acción de Dios. Es exclamación de reconocimiento y de admiración ante las obras que Dios realiza y que experimentamos en nuestra vida cotidiana.
En el origen del concepto hebreo de la bendición esta el termino hebreo “barak”, que hace referencia a la abundancia, porque cuando Dios bendice, la vida florece y se multiplica.
La vida es bendición de Dios, aunque pasemos por momentos o situaciones de oscuridad.
En realidad, el único que puede dar la bendición es Dios, y el ser humano, su reconocimiento.
Jesús pide a sus seguidores que bendigan siempre, también a los enemigos. Bendiciendo a Dios, no solamente lo estamos alabando, sino que le estamos pidiendo que su influjo llegue a nosotros y también a esos «enemigos de la vida», a toda la tierra... recibiendo su bendición habrá fruto. Por la bendición se establece entre Dios y sus criaturas una relación de filiación, de reconocer que Él es la Fuente de la cual brota la vida.
El signo mas alto de la bendición es lo acontecido en María, la Bendita..., que dio a la humanidad el Bendito el fruto (Lucas capítulo 1, versículos del 42 al 45). Con María recibimos el fruto mas grande y mejor de la bendición de Dios, Jesús, que sigue con su presencia operando en medio de nosotros y dentro de nuestra historia, aun con sus penas y sufrimientos. La bendición se revela sobre todo, en la fecundidad y en la vida; en María aparece la Vida por excelencia, que suprime la aridez y la muerte de la tierra. Sigamos adelante con esperanza, creatividad y bendiciones.
«Ya no sois extraños ni extranjeros, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios».
(Efesios 2,19)
Miramos hacia adelante con nuevos ojos.
2,020 y 2,021 han sido años de pandemia y el futuro se presenta todavía con incertidumbre. A nivel eclesial, la palabra que caracteriza este nuevo tiempo es la sinodalidad, y con ello se abren horizontes de participación, de novedad y de creatividad.
El desafío está planteado:
encontrar nuevos espacios eclesiales que posibiliten y refuercen la ciudadanía eclesial. Las redes, los esfuerzos por aplacar la crisis socio-económica y ecológica, las iglesias domésticas, los grupos, las asociaciones y los movimientos emergentes, el impulso de las iglesias locales y su diversidad ritual, la renovación teológica y la secularidad como energía reformadora, son algunos de los espacios emergentes.
«Mi alma está hacia el Señor, como los centinelas hacia la mañana»
(Salmo 130,6)
Los centinelas vigilaban por turnos. Al que le tocaba de noche ansiaba la llegada del alba porque el relevo suponía poder descansar tranquilo. La metáfora, tomada de los ciclos naturales, esconde algo profundo: puede que tarde, pero el alba llega. La espera no es eterna; la mañana acaba llegando, siempre.
Se trata de una imagen similar a la de «los torrentes en el Negueb» (Salmo 126, 4).
Quizá el salmista quiera centrarse en lo impetuoso del fenómeno natural, pero lo cierto es que las aguas acaban llenando el torrente sin poder predecir muy bien el cuándo, pero lo hacen, periódicamente. Como dijimos antes: puede que tarde, pero el agua llega.
Estos ciclos naturales nos enseñan a saber esperar con paciencia, sabiendo que al final nos aguarda el alivio que dan la claridad de la luz y el frescor del agua.
«Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber em- papado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que quiero y cumple la misión que yo le encomendé»
(Isaias 55, versículos 10 y 11)
Cuando Dios creó los cielos y la tierra, el caos representó su primer esbozo en el lienzo creacional, pero el momento caótico de la Creación no pudo resistir el dinamismo del Espíritu creador que estaba ya imprimiendo su huella estética y ordenada.
El caos es la materia prima que se requiere para contrastar el orden. Ese orden creacional fue, desde entonces, una ley perpetua, inmutable e inalterable. El Orden de la Creación existe en el cosmos, en el mar y en la tierra. Se empapa la tierra, se fecunda y esta produce semilla para alimentar a los hijos de Dios. La analogía es perfecta, significa que la comparativa sinonímica de la lluvia, que termina produciendo el pan que sacia la básica necesidad humana para la subsistencia, ahora se aplica con todos sus verbos y sustantivos al símil de la Palabra; en efecto, la Palabra empapa, impregna de sentido la vida del creyente, el Espíritu la hace «germinar» en el corazón de todo hombre/ mujer con inteligencia espiritual.
La «semilla» de la Palabra, indica esa capacidad de emulación y transmisión que tienen aquellos que representan «la tierra buena» que recibe la semilla. Los oidores de la Palabra no pueden ser oidores eternos, sino hacedores y transmisores de la misma; de este modo, la Palabra se convierte en Pan: el pan espiritual que necesita el espíritu humano, como necesidad espiritual básica, el pan de conocimiento que nos hace libres, porque aprendemos la Verdad eterna, el Pan de eucaristía que alimenta la vida trascendente.
Es así como la Palabra se hace fecunda y fecunda a otros, produciendo el efecto que el Creador espera. El cumplir «la orden» divina que despliega este mecanismo, genera «el orden» que la Palabra puede generar, pero a través de ti, estimado lector. Por eso, ante la pregunta inquietante del Señor: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?», responderá el Profeta: «Aquí estoy, Señor, mándame a mí» (Isaias 6, 8).
The podcast currently has 22 episodes available.