Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recibirá." (Salmos 27:10)
El amor de Dios es incondicional y eterno. Aun cuando las personas fallen, Su presencia permanece firme.
Él nunca abandona, nunca olvida, y siempre abre sus brazos para recibirnos con ternura y fidelidad.
En medio de la soledad o el rechazo, recuerda: ¡Dios siempre está contigo!