En la cruz ÉL pagó más que nuestra salvación, pagó por nuestra guianza, por nuestra provisión, pagó porque podamos tener una vida eterna y abundante.

El agua lava de pecados presentes, la palabra de Dios nos lava de errores, cosas carnales de la vida diaria. El altar de bronce y la cruz trabajan con el corazón rebelde.

El tabernáculo apuntaba a que había que tener una manera de restaurar la relación con Dios.

Toda promoción viene del Señor, si no estoy donde pienso que debería estar; no es culpa de ningún hombre. En el momento en que quite mi mirada de Dios y la ponga en los hombres, usted se ha puesto en el lugar donde puede ser ofendido. ¿Por qué no han reconocido a mi don?, ¿Por qué no ven mi talento? ¿Cómo es posible que no sea yo el que está haciendo esto? Y ahora su corazón se endurece hacia la gente.

Está bien cantar esto y lo otro, pero cantamos a veces. Manda la lluvia, manda el fuego, manda lo otro, mándala a ella, lo que sea, y la palabra dice: eso fue para otra época, donde él sí mandaba las cosas, pero ahora, para nuestra dispensación, se espera una cosa, que tú entres confiadamente.

Todo el mundo pregunta qué es la verdad, y Pilato pregunta: ¿Qué es la verdad? Y la verdad le está mirando a los ojos. Es Jesucristo el camino, la verdad y la vida.

El altar de bronce representa la salvación; la cruz. Es interesante que el único mueble que tenía acceso al pueblo, a todo el mundo, era el altar de bronce para que todos tuvieran acceso a la salvación.

Alabamos al Señor no por lo que Él va hacer por nosotros, sino porque Él ya lo hizo por nosotros.

Saludamos, hola buenos días, cómo estas, cómo te va, y miramos a las personas sonriendo.

Usted va al desierto porque la vida lo llevó o porque usted quiere, yo prefiero hacerlo como Juan el Bautista, porque él se apartaba y se aparto hasta que Dios le dijo: esté es tu momento de brillar.