Se efectuó un estudio con escaladores que escalan montañas como el Everest. Se dieron cuenta de que, cuando los escaladores no podían ver la meta, su desempeño era menor. En cambio, los días que podían observar la cima, tenían una motivación diferente, su fortaleza y determinación era mayor. Sin duda alguna, el tener los ojos en la meta debe de ser una motivación para la vida de un creyente. ¿Dónde tengo puestos mis ojos?