Denis López
7/12/25
La trampa de la abundancia
Jesús... dijo: ...Eviten con gran cuidado toda clase de codicia... Entonces... contó esta parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: ¿Qué haré?... y se dijo: “...Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para guardar... mi cosecha... Luego me diré: Amigo, tienes muchas cosas guardadas para muchos años... come, bebe, goza de la vida. Pero Dios le dijo: Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será? Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios”, Lucas 12:15 (BLA), 16-21 (DHH).
El Señor es exageradamente enfático en este punto: “...Estén atentos y cuídense... eviten con gran cuidado toda clase de codicia...”, Lucas 12:15a (NBLH) 15b (BLA).
Debemos cuidarnos de la codicia como si fuera una serpiente venenosa. Es cuestión de vida o muerte. Si no la matamos nos mata: “La codicia... engendra la muerte... quita la vida de sus poseedores”, Santiago 1:15 (BLA) y Proverbios 1:19.
La gente mata por codicia: “Codician lo que no tienen y matan por conseguirlo...”, Santiago 4:2 (NT-BAD). Casi todos los mandamientos están relacionados con el que dice: “No codiciarás... cosa alguna de tu prójimo”, Éxodo 20:17 (OSO).
Por ejemplo, cuando se dice que no cometamos adulterio es una referencia a no codiciar el cónyuge de otra persona. La codicia es letal. Basta decir que miles de ángeles perdieron el cielo por codiciar el trono del Señor. Adán y Eva fueron despojados del paraíso por querer ser como Dios. La esposa de Lot murió por codiciar Sodoma. Acán perdió la familia por codiciar un manto babilónico y David perdió la unción por codiciar la esposa de su mejor soldado.
Examinemos al hombre rico de la parábola. Es necio porque:
1. Ignoró a Dios como la fuente de su bendición:
El hombre se atribuyó el crédito de todo lo que tenía. Dijo: “mis graneros” y “mis cosechas”. Pero no eran sus cosechas. Jesús explicó que la cosecha se debía al terreno, no a su esfuerzo: “El terreno... produjo una buena cosecha”, Lucas 12:16 (NVI).
Sin la ayuda de Dios su trabajo no hubiera servido para nada. El egoísmo del hombre rico no tenía límites. La ley establecía que las personas debían darle a Dios los primeros frutos de su cosecha, pero él no lo hizo. Entiéndase bien, el hombre era necio no porque tenía riquezas sino, porque confiaba en ellas en lugar de confiar en Dios. Retuvo, al igual que muchos creyentes hoy en día, lo que le correspondía a Dios. A propósito... ¿cómo están tus finanzas?
Son asombrosas las excusas de la gente para no darle a Dios. No es sabio robarle a Dios. Tampoco ser un desagradecido.
La Biblia dice que “todo lo bueno que hemos recibido... viene de Dios”, Santiago 1:17 (PDT).
Cuidado con atribuirnos el crédito de lo que tenemos. Y cuidado con olvidarnos de Dios en medio de la prosperidad.
Ese era el temor de Moisés en su travesía a la tierra prometida. Las grandes dificultades del desierto no le quitaron el sueño. Moisés sabía que el peligro más grande que debían enfrentar era la prosperidad de la nueva tierra. Habló claramente a Israel diciendo: “El Señor... les prometió... una tierra. Cuando te permita entrar a ella, te dará ciudades grandes y buenas, que tú no construiste; casas llenas de cosas buenas que tú no compraste... Cuando hayas comido y estés satisfecho, sé cuidadoso de no olvidar al Señor, que te sacó de la tierra de Egipto, donde eras esclavo”, Deuteronomio 6:10-12 (PDT).
Sucedió lo que Moisés temía: el pueblo prosperó y se olvidó de Dios. Lo mismo ocurrió con el hombre rico de la parábola. Y así sucede hoy en día. ¡Cuánta tristeza!
El motivo principal por el que muchos creyentes dejan a Dios son las bendiciones. La ‘bendición’ de la casa de fin de semana les impide congregarse. La ‘bendición’ de un nuevo negocio o la ‘bendición’ de una relación sentimental se convierten ahora en obstáculos para servir a Dios. La ‘bendición’ de una herencia, un terreno, un vehículo, etc. Todo esto empieza a demandar tiempo en esta tierra, y así el diablo nos mantiene ocupados en cosas terrenales y de a poco vamos abandonando las cosas eternas.
Las personas pasan mucho tiempo orando pidiendo por “esa” bendición, luego cuando la obtuvieron, les fue quitando tiempo y poco a poco fueron alejándose de Dios y las cosas de Dios. Esas personas han sido engañadas. Aceptaron la media verdad del diablo de que ahora tienen que cuidar la ‘bendición’. Ellos dicen: “Dios me dio esta familia, este negocio y esta casa; es mi deber/responsabilidad cuidar esas bendiciones”. ¡Por supuesto que debes hacerlo! Pero no necesitas dejar de congregarte o servir al Señor.
Dios, nunca tuvo en mente darte una ´bendición´ para que tomara su lugar en tu corazón. Cuidado con honrar más a las bendiciones que al bendecidor.
También es necio porque:
2. El preveía solo para su futuro terrenal:
El hombre rico y necio se dijo a sí mismo: “¡Ya tienes suficiente para vivir muchos años!”, Lucas 12:19 (TLA). Advierte el contraste. El hombre aseguró que tenía bienes para: “muchos años” y Dios le dijo: “vas a morir esta misma noche”, Lucas 12:20 (NTV).
“Ninguna cantidad de dinero es suficiente para poder vivir para siempre y librarse de la muerte... todos mueren por igual, y otros se quedan con sus riquezas. Aunque tuvieron tierras a su nombre, la tumba será para ellos su nuevo hogar... Uno puede tener mucho dinero, pero... morirá al igual que mueren los animales”, Salmo 49:8-12 (PDT).
Entonces, el hombre rico era necio porque se preocupaba solo por lo terrenal. Acumulaba tesoros que no podía transportar a su nuevo y definitivo hogar (la eternidad). Ni un solo grano de todos sus graneros pudo llevarse. Ni el anillo de oro, ni su ropa, la que tenía puesta, nada de sus pertenencias. No vivamos para el mundo equivocado. Hagamos riquezas que a la hora de abandonar este mundo podamos trasladar al venidero.
¿Cuáles son las riquezas que duran para siempre?
1) La relación con Dios: “El que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios, es un necio”, Lucas 12:21 (NTV).
2) Las personas que hemos alcanzado para Cristo con nuestro testimonio y la inversión de nuestras posesiones materiales.
Jesús dijo: “...Usen las... riquezas de este mundo para ganarse amigos... Para que... ellos los reciban en las moradas eternas...”, Lucas 16:9 (DHH y LPD).
Los amigos a los que Jesús se refiere son aquellas personas a quienes hemos alcanzado con el evangelio aquí en la tierra.
Si usamos nuestros recursos para ayudar a que otros encuentren a Cristo, la inversión nos brindará beneficios en la eternidad: “No depositen sus esperanzas en las efímeras riquezas de este mundo sino en el Dios vivo, quien siempre nos proporciona todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos... Empleen el dinero en hacer el bien... en buenas obras... De esta forma estarán acumulando en el cielo un verdadero tesoro para sí mismos. ¡Es la única inversión eternamente segura!...”, 1ª Timoteo 6:17-19 (NT-BAD).
Y una de tantas otras funciones que la iglesia hace con los recursos, para ganar amigos, es; usar las redes sociales, imprimir libros y folletos. Programas en televisión y radio. Notas en los diarios. Programas de streaming en internet. En los viajes evangelísticos; donde días enteros se recorre provincias, del norte al sur de Argentina.
Y otra manera más de llevar la palabra de Dios es; abriendo casas de oración y construyendo templos. Todo esto es “usar los recursos materiales” para llevar la palabra de Dios, el pan espiritual, a todas las personas.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? Romanos 10:14 (RV60).
Mira a tu alrededor, ¿cuántas personas conoces que están trabajando arduamente por las riquezas que perduran en la eternidad? Son muy pocas, en relación a las personas que trabajan por cosas terrenales y pasajeras. Peor aún, son muchos los creyentes que han aceptado la ´sabiduría terrenal´ y trabajan solo por lo ´temporal´.
Salomón dijo: “Qué absurdo es pensar que las riquezas traen verdadera felicidad... acaparar riquezas perjudica al que ahorra...”, Eclesiastés 5:10-13 (NTV).
El apóstol Pablo expresó: “...Nada trajimos a este mundo y nada podremos llevarnos al morir. Mientras tengamos ropa y comida, debemos estar contentos. Los que anhelan volverse ricos a veces hacen cualquier cosa por lograrlo, sin darse cuenta que ello puede dañarlos, corromperles la mente y por fin enviarlos al mismo infierno. ¡El amor al dinero es la raíz de todos los males! Hay quienes han dejado a Dios por correr tras las riquezas y al fin se han visto traspasados de infinitos dolores... Huye de estas cosas y dedícate de lleno a lo que es justo y bueno, aprendiendo a confiar en... Dios...”, 1ª Timoteo 6:7-11 (NT-BAD).
El deseo de tener más sin la intención de darle a Dios en la misma proporción, es contrario al verdadero evangelio. Si Dios es generoso con nosotros, nosotros seamos generosos con EL. No gastemos la vida en las cosas equivocadas. Invirtamos tiempo, dones, capacidades, dinero y toda clase de recursos en cosas que podamos llevarnos con nosotros al morir. Seamos ricos en nuestra relación con Dios y en buenas acciones. Seamos ricos invirtiendo en la salvación de las personas.
¿Dónde está puesta nuestra mirada? ¿Dónde está nuestro tesoro? ¿Nuestras fuerzas, nuestro tiempo, nuestro bolsillo? ¿En la cosas mundanas, terrenales y pasajeras? O ¿En las espirituales, celestiales y eternas? ¿Son las ‘cosas’ nuestro ‘amo y señor’? Puede que digamos que no pero, si pensamos más en el vehículo, la billetera, el maquillaje, la ropa, la cuenta bancaria o las inversiones, estamos acumulando tesoros en la tierra y sirviendo a Mammón.
¿Le estamos dando a Dios lo que a Él le corresponde? Y acá estoy hablando de dinero; porque esa es una manera tangible de darnos cuenta donde está nuestro tesoro y por qué cosas estamos trabajando.
Si de verdad Jesús es nuestra perla de gran precio, daremos todo para servirlo y lo que hagamos para Él, tendrá su recompensa.
Hacer tesoros en el cielo es: vivir para glorificar a Dios e invertir nuestros recursos terrenales de manera que haga una diferencia eterna. El camino correcto para comenzar a ser ricos en Dios es, trabajar para las cosas eternas.
“Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?”, Mateo 6:25-26 (NTV).
Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos, pero su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades. Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten. Mateo 6:32-33 (NTV).