El sermón gira en torno a la fidelidad y el juicio de Dios, basándose en Malaquías 3:13-18. Destaca la importancia de mantener la fe y servir a Dios con sinceridad, incluso cuando parezca que no hay recompensa inmediata. Se enfatiza que las acciones y palabras son registradas por Dios y serán juzgadas, alentando a los fieles a evitar la tentación de dudar o rebelarse contra Él. La unidad en la iglesia es crucial para enfrentar al verdadero enemigo: aquel que causa división interna. El llamado es claro: renovarse para alcanzar una visión divina, dejando atrás lo obsoleto para abrazar un servicio genuino marcado por amor, unidad y humildad.