El pasado es algo difícil de olvidar, ya que nos recuerda lo que fuimos, de donde salimos y de dónde venimos y cuando se trata de hablar de la iglesia pasa lo mismo.
Todos tenemos historias del mover de Dios, añoramos movimientos, etapas, momentos donde “algo” se manifestó. Recordamos hombres, líderes, pastores y pensamos que eso que se sintió algún día, no se repetirá.
Y a veces pensamos que ese movimiento se ha acabado, que se esfumó con una persona, pero quizá el poder de Dios no ha crecido en nuestras vidas porque se ha encontrado con que nuestra humanidad ha crecido.
Para ver su poder debemos rechazar lo humano, esa es la batalla de la iglesia del presente: anhela lo divino pero cree en lo humano.