Si queremos que la humanidad alcance unidad, debemos dejar de construir nuestros propios imperios y realizar planes individuales. Debemos conectarnos con el Plan divino, con la Cabeza, y cumpliendo cada uno el propósito por el cual fuimos creados. Si queremos volver a entendernos entre nosotros, debemos poner a Dios antes que nuestros propios egos.