Alegrémonos de que ves aquello que crees, y de que se te haya concedido poder cambiar tus creencias. El cuerpo simplemente te seguirá. Jamás te puede conducir a donde tú no quieres ir. No es un centinela de tu sueño, ni interfiere en tu despertar. Libera a tu cuerpo del encarcelamiento, y no verás a nadie prisionero de lo que tú mismo te has escapado. Tampoco querrás retener en la culpabilidad a aquellos que habías decidido eran tus enemigos, ni mantener encadenados a la ilusión de un amor cambiante a aquellos que consideras amigos. Los inocentes otorgan libertad como muestra de gratitud por su liberación. Y lo que ven apoya su liberación del encarcelamiento y de la muerte. Haz que tu mente sea receptiva al cambio, y ni a tu hermano ni a ti se os podrá imponer ninguna pena ancestral. Pues Dios ha decretado que no se pueda pedir ni hacer ningún sacrificio.