El hombre no puede explicarse solamente a partir del cerebro del sapiens, pues éste es el resultado de un proceso muy largo y complejo. El homínido se distingue ante todo del chimpancé no por el volumen del cerebro ni por sus aptitudes intelectuales, sino por la locomoción bípeda y la postura vertical; éste es el elemento decisivo que va a liberar la mano y hacer de ella un instrumento polivalente.
La mano libera la mandíbula y la mandíbula libera la caja craneana. Son mutaciones que ocurren en un medio natural adecuado: la sabana.
Un nuevo modo de vida hace de este animal a la vez presa y predador, desarrolla -en una dialéctica pie-mano-cerebro- aptitudes cerebrales hasta entonces no explotadas sistemáticamente por el chimpancé; lleva a la utilización de armas defensivas y ofensivas, a la construcción de hogares, al desarrollo de una complejidad social. Es un proceso multidimensional, no sólo una evolución biológica sino también ecológica, cerebral, social, cultural. Todos estos rasgos son esenciales unos a otros.