¡Cuántos de nosotros vivimos nuestras vidas como si no existiera Dios! Nos acostamos, nos levantamos y nunca nos cae un rayo encima por lo que hacemos o dejamos de hacer. No me refiero solamente a la gente que no ha pisado una iglesia en su vida. También a muchos creyentes que vivimos en la práctica como si fuéramos ateos. Muchos textos en la Biblia se suceden en este entorno donde aparentemente dominó el silencio de Dios. Lo veremos hoy también en el ejemplo de David. Los creyentes podemos tener a Dios en la mente y sin embargo no ser conscientes de hasta qué punto él está activo en nosotros y asegurando el bien que realmente necesitamos. Acabamos cediendo al destructor, que no ha hecho otra cosa desde el principio, que recordarnos la misma mentira: que Dios no es bueno. Mentiras acerca de que ante su falta de interés, eres tú el que tiene que tomar las riendas de tu vida. Mentiras acerca de que eres tú el responsable de tu propio bien. La honestidad de la Biblia, por otro lado, nos aterroriza. Tenemos miedo de cómo nos describe realmente a nosotros la palabra de Dios. David veremos en el texto de hoy, que en su tremenda falta, apunta a aquel otro Rey de Reyes, que debía de venir detrás de él a salvarnos también a nosotros.... Podcast de Jose de Segovia sobre Primer libro de Samuel, Cap. 27 1ss