¿Quién tiene el poder?, ¿quién controla nuestra vida?, ¿somos nosotros? La realidad de cada día nos enseña nuestra vulnerabilidad. Tenemos dependencias que son evidentes ¿verdad? Cuando nos hacen una advertencia en una consulta médica, generalmente le damos al menos a su opinión la autoridad que se merece como especialista. Si nos enseñan a conducir por la derecha, entendemos el riesgo de hacerlo por la izquierda. Ahora bien, si tratamos un tema algo más profundo y por alguna razón se menciona el nombre de Dios, entonces lo reducimos todo a nuestro propio capricho. ¿Habéis tratado de introducir en una conversación el nombre de Dios? Habréis observado que todos se sienten incómodos. Dios puede estar bien en todo caso como una idea para apoyarte emocionalmente pero en ningún momento para decirte lo que tienes que hacer, ¡claro! La religión para muchos tiene que adaptarse a nuestro servicio y en caso contrario es un fanatismo. Dios puede tener sus normas, siempre y cuando a ti personalmente te parezca razonable. No hablemos ya de la Biblia. La Biblia puede tener algún interés, por lo tanto, sólo como un libro para debatir y diseccionar de forma crítica.
... Podcast de Jose de Segovia sobre Segundo libro de Samuel, Cap. 6