Se habla muy ligeramente de los que buscan a Dios pero ¿qué busca realmente alguien que dice que busca a Dios? Muchos aseguran que estarían dispuestos a creer en Dios si tuviesen suficientes pruebas empíricas ¿verdad? Algunos llegan a decir incluso que les encantaría poder creer y que el verdadero problema es que les falta la evidencia. El silencio de Dios sin embargo no es tan fácil de analizar. ¿No es verdad que buscamos a Dios sólo cuando nos interesa? ¿no es acaso posible que ese silencio sea precisamente el cumplimiento de nuestro más profundo deseo repetido una y otra vez? ¿acaso no es posible que ese silencio sea un indicador de un castigo de Dios? Hoy veremos un caso en la Biblia en el que esa es justamente la razón. Nada deberíamos temer más que llegar a ese punto en el cual ya no podemos escuchar más la palabra de Dios. Saúl, por ejemplo, el protagonista de este texto que veremos hoy en la Biblia, es alguien que cree y es incluso activo promoviendo las leyes religiosas pero ¿buscaba realmente a Dios? ¿O buscaba su propio interés sin importar dónde? Manipulamos los argumentos más razonables con frases ambiguas para conseguir acabar haciendo lo que queremos en el fondo, pero ¡ay, sorpresa, cuándo al final lo que conseguimos es el silencio de Dios!... Podcast de Jose de Segovia sobre Primer libro de Samuel, Cap. 28 3-25