A veces compensamos la angustia de los prejuicios y aceptación con la fijación por el control. Otras, apreciamos la obscuridad porque ahí nadie nos puede señalar. O puede que, hasta vivamos con miedo a la misma vida. En este capítulo platicamos de nuestros grandes temores, entre ellos que a Natalia la revuelque el mar, y las cosas más valientes que hemos hecho. Echarnos un clavado interno nos ha ayudado a descubrir el arte de ser frágiles pero invencibles.
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