En la década de 1970 comienzan a aplicarse análisis isotópicos en arqueología, particularmente de carbono y nitrógeno, para aproximarse a las dietas del pasado, gracias a los avances de la física, la química y la geología. Estos estudios están ya muy consolidados en la arqueología, e incluyen otros elementos como el estroncio y el oxígeno. Se trata de un tema complejo que debe ser abordado por los expertos en la materia.