Desde la caída de Adán, el cielo estaba cerrado para la humanidad. Ningún esfuerzo humano podía restaurar la comunión con Dios. Pero en el bautismo de Jesús, algo asombroso sucedió: los cielos se abrieron.
Desde la caída de Adán, el cielo estaba cerrado para la humanidad. Ningún esfuerzo humano podía restaurar la comunión con Dios. Pero en el bautismo de Jesús, algo asombroso sucedió: los cielos se abrieron.