Cuando Dios nos habla, casi nunca es una voz; pone pensamientos, impulsos o una impresión en el corazón. ¿Como sabemos que vienen de él y no son un deseo de nuestra carne o una mentira del diablo? Es importante diferenciarlo porque determinará las desiciones que tomemos y, si nos equivocamos, esas acciones nos llevarán a la muerte.