Parece que se nos ha olvidado lo que sentíamos de pequeños al jugar, el disfrutar, el no pensar en mañana y en dejarnos ir. Y es algo que anhelamos recuperar. La buena noticia es que podemos hacerlo, aunque nos tengamos que deshacer de lastre que nos tira para abajo, nos hace ser demasiado responsables y ponernos excusas para no vivir la vida que queremos. Te invito a que sueltes, a que confíes y vuelvas a ser un niño que no ve qué problema hay en subirse a un árbol o en creerse un tiburón en mitad de un restaurante.