La música de este colectivo congoleño de
Kinshasa tiene atreviemiento y destila urgencia, peligro y hasta una cierta
anarquía. Algunos de los integrantes son amigos desde la infancia y aprendieron
a expresarse a través de la música hecha con residuos como botellas de
plástico, máquinas de escribir, latas y maderas. La combinación de sus propios
instrumentos autofabricados con la electrónica y su explosiva propuesta
multidisciplinar con bailarines y performers convierte al colectivo en algo
único.