La ambición no es una palabra que suene bonita, pero hay que reconocer que existe una versión que es buena: la que nos invita a crecer, a retarnos, a superarnos. En cambio, la cara fea es esa que nos lleva a desear tener más y más. En este episodio veremos cuáles son esas ambiciones más comunes, como la del dinero, el poder o el reconocimiento de los demás. La ambición en la política ha sido y es, a lo largo de la historia, uno de los escenarios donde la ambición brilla. Y es curioso porque, en su origen, la política nace con voluntad de servicio (o debería!) ¿Cómo podemos reconocer a los ambiciosos que no vienen con buena intención? ¿Cuál es, en el fondo, la mayor ambición del ser humano? Ambicionar debería obligarnos a decir exactamente qué queremos, qué deseamos, pero ¿verdaderamente lo sabemos concretar? Deberíamos preguntarnos tres cosas: ¿eres ambicios@? ¿qué ambicionas en este momento de tu vida? y ¿Qué es lo que nunca habéis ambicionado? A través de las respuestas a estas preguntas,conoceremos muchas cosas de nosotr@s mism@s. Una última cosa: Lo peligroso no es querer cosas, ambicionarlas, sinó olvidar para qué las queríamos. Pensadlo!