El estado de la Casa de la Moneda de Sevilla no era el mejor a comienzos del reinado del último de los Austrias. El que fuera desde tiempos de Felipe II el mayor taller de acuñación del Viejo Mundo por la llegada de metales preciosos del Nuevo, en 1665 ya no tenía tanto trabajo ante la disminución de la llegada de plata y oro. Además, como en el resto de casas de la Moneda peninsulares e indianas (a excepción del Real Ingenio de Segovia), aún continuaba acuñando mediante el rudimentario sistema a martillo.