Si no cuidamos nuestra mente y corazón, la codicia puede apoderarse de nosotros y consumirnos lentamente desde adentro. Por ello, Dios nos pide que cuidemos no sólo nuestras acciones, sino también nuestros pensamientos.
Si no cuidamos nuestra mente y corazón, la codicia puede apoderarse de nosotros y consumirnos lentamente desde adentro. Por ello, Dios nos pide que cuidemos no sólo nuestras acciones, sino también nuestros pensamientos.