¿Alguna vez te has sentido ausente de ti mismo?
Estás presente, pero no estás.
Sonríes, pero algo en ti se ha ido.
Estás con otros, pero tú no estás contigo.
A veces nos desconectamos sin darnos cuenta.
Dejamos de habitar nuestro interior porque duele,
porque nos da miedo mirar lo que hay adentro,
porque el silencio nos confronta…
y preferimos perdernos en lo de afuera.
Pero Dios nunca se va.
Aunque tú no estés contigo, Él sigue estando contigo.
No se muda. No huye. No se impacienta.
Él espera.
Con ternura.
Con fidelidad.
Con amor eterno.
Y cuando vuelves, no hay reproche.
Sólo abrazo.
Sólo presencia.
Sólo gracia.