La esperanza es otra de las tres virtudes teologales. Cuando hablamos de ella, nos referimos a una continua expectativa de la vida eterna que el cristiano tiene que hacer. La mayoría de las personas, incluyéndonos, encuentra muy difícil desear el cielo, excepto en que la medida de ese cielo signifique reencontrarnos con nuestros amigos o conocidos muertos. Una razón para esta dificultad es que no hemos sido entrenados; toda nuestra educación tiende a fijar nuestras mentes en este mundo.
Aquellos que se unen con Dios en la eternidad comparten su esplendor, su poder y su gozo.