Dentro de la Segunda Guerra Mundial hubo conflictos secundarios que respondían a los intereses de las potencias implicadas. Uno de éstos fue la Guerra de Invierno, en la que la URSS atacó a Finlandia el 30 de noviembre de 1939. La brava defensa finlandesa dirigida por el mariscal Mannerheim hizo que la victoria costase a Stalin mucha sangre.