En ocasiones justificamos los juicios que hacemos en contra de otras personas con frases como: "se lo merece, no estoy juzgando, es solo un comentario" o cualquier otra frase conocida que usamos para no parecer personas que juzgan. Pero la realidad es que el juzgar a los demás afecta nuestra vida, el juzgar y hablar de los demás nos ensucia delante de Dios.
El apóstol Pablo nos decía que tenía en poco el ser juzgado por los hombres y que ni aun él mismo se juzgaba porque el único que tiene el poder para juzgarnos es Dios. Y tener este pensamiento nos ayuda en gran manera a tener una buena salud mental que es algo que en realidad nos afecta en el día a día.
El apóstol Santiago también nos decía que el único juez de la tierra es Dios. Es nuestro deber como iglesia hacer que la casa de Dios y la congregación sea una zona libre de juicio, que nos amemos como somos porque así nos ama Dios, que prediquemos con el ejemplo y no seamos oidores olvidadizos sino hacedores de su palabra.
Tenemos al defensor que es el Espíritu Santo y este nos revela lo que le agrada a Dios o no, escuchémosle y no tomemos a la ligera estas cosas sino que aprendamos a escuchar a nuestro Dios que es el único juez verdadero y aún así nos ama como somos, por tanto amémonos así como Él nos dice que nos amemos en su Palabra.