La historia de la ciudad de Puno, situada en el altiplano peruano, se remonta a la época prehispánica; civilizaciones como los pucará y los tiahuanaco ocuparon la zona hasta el periodo virreinal. Los españoles llegaron a Puno en 1573 de la mano del virrey don Francisco de Toledo y dos años después, se empezó a configurar como pueblo. Durante esta etapa, Puno experimentó una transformación significativa, consolidándose como un centro minero y comercial de vital importancia para la Corona española, siendo un punto de paso entre Arequipa, Cuzco, La Paz y Potosí. Su rol como punto de paso estratégico se potenció por el descubrimiento de las famosas minas de plata de Laikakota en 1657 en torno a las cuales se organizaron comunidades de mineros.