“Los mitos forman parte del sistema de creencias de una
comunidad, donde son considerados como historias verdaderas”, se dice.
En el caso de los mitos que conforman el tercer álbum de La Lá, no solo esta
claro que se tratan de historias verdaderas, sino que también poseen la mística
necesaria para que algo pueda considerarse como mítico, casi inaccesible pero
real.
Las diez postales que componen el nuevo ejercicio discográfico
de la artista peruana consiguen modelar un relato que, lejos de ser salvaje, es
honesto y transversal, polifónico e impredecible, tradicional y modernista.
Por momentos parece acercarse a ese registro pop
confesional con el que nos sorprendió lustros atrás Julieta Venegas (en “Amada”,
por ejemplo), en otros nos sumerge en el Perú negro más afro y tribal (la
iniciática “Amistad” es un ritual en sí mismo; mientras que en “Abuela” aporta
matices de una canción de autor absolutamente abierta en canal), en otros nos
lleva a una facción del jazz que parece heredada de las bagualas (“Cara”), se
desnuda en crudo en la canción más elemental del disco (“Mito”) y hasta se pone
cuasi rockera para mostrar su cara más combativa (“Paracas Cavernas”).
Incluso cuando mira tradiciones aparentemente ajenas como
las de la samba o el candombe (“Morir soñando”), la milonga (“Milonga”) o la
bossa nova (“Morir soñando”), la limeña Giovanna Núñez suena a mito vivo, a
dama de la canción necesaria.
Alan Queipo