Aunque la Luna parezca inmóvil y familiar, en realidad está en constante movimiento: oscila ligeramente (libración), cambia de tamaño aparente según su distancia a la Tierra, y su relieve se revela con fuerza cerca del terminador, la frontera entre el día y la noche lunares. En ese borde, la luz rasante proyecta sombras largas que revelan cráteres, montañas y valles sin atmósfera. Cada noche, la Luna nos muestra más de lo que creemos, recordándonos que incluso lo conocido guarda secretos. Es un espejo celeste que respira en ciclos de luz y sombra, un poema escrito por la gravedad.