Desde la entrada del pecado, una nube de oscuridad se ha apoderado del planeta y de sus habitantes. El enemigo trabaja en esta sombra para arruinar al pueblo de Dios. Satanás presenta constantemente engaños al pueblo escogido de Dios para desviar sus mentes de la solemne obra de preparación para escenas futuras. Aquí están ahora, justo frente a nosotros. Él es, en todo el sentido de la palabra, un engañador. Un hábil encantador. Cubre sus planos y dispositivos con mantos de luz, tomados prestados del cielo. Satanás trató de convencer a Eva de que comiera el fruto prohibido, haciéndole creer que sería muy ventajoso para ella, y lo logró. 

Satanás tiene muchas redes finamente tejidas, peligrosas y de apariencia inocente con las cuales se prepara hábilmente para fascinar al pueblo de Dios. El apocalipsis retrata al diablo como un dragón y también como una serpiente, Apocalipsis 12:9. 

Es dragón porque quiere destruir al pueblo de Dios y serpiente porque usa todas sus mentiras para engañar a los hijos e hijas de Dios. En los años posteriores a la muerte de Cristo, miles de personas fueron torturadas, arrojadas a los leones y quemadas en la hoguera por el Imperio Romano por negarse a adorar a sus deidades. Ante el cruel castigo, muchos permanecieron fieles, el evangelio continuó difundiéndose y la iglesia creció. 

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